El
alcohol se ha considerado por muchas personas como un poderoso estimulante y/o
excitante sexual...
El
alcohol se ha considerado por muchas personas como un poderoso estimulante y/o
excitante sexual, pero en los trabajos de investigación llevados a cabo se ha
constatado que, tanto en hombres como en mujeres, produce efectos negativos
sobre las señales fisiológicas de excitación sexual.
En
el hombre, en concreto, dosis incluso inferiores a las que se establecen como
limite legal para determinar si la persona esta o no embriagada (0.08 %)
producen efectos de supresión de la erección. Así mismo el alcohol debilita la
eficacia masturbatoria y disminuye el goce y la intensidad del orgasmo
masculino.
En
las mujeres, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica.
El
alcohol es un potente depresor del sistema nervioso, de forma que sus efectos
son claramente apreciables tras la ingestión aunque solo sea de dos o tres
copas. Sin embargo las personas suelen ver al alcohol como una substancia que
incrementa su funcionamiento sexual. En la encuesta de Athanasiou Shaver y
Tavris (1970) se encontró que el 45 % de los hombres y el 68 % de las mujeres
consideraban que el alcohol incrementaba su disfrutar del sexo. Este hecho de
que la mayor parte de las personas considera que el alcohol es estimulante, o
al menos así lo perciban, y que aumenta su capacidad para la respuesta sexual,
puede deberse a su efecto desinhibidor.
En
consecuencia el alcohol puede alterar los comportamientos convencionales y
hacer a la persona más relajada al permitirle perder el control sobre algunas
de sus emociones y desinhibir conductas que ha aprendido a controlar en
situaciones sociales.
De esta forma puede facilitar la aparición del impulso sexual, pero dado que también inhibe partes del SNA (Sistema Nervioso Autónomo), implicadas en la respuesta de erección, dificulta el que esta pueda llevarse a cabo y en consecuencia dificulta la penetración y el coito.
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